Esteban Hinojosa
Junto a unas rosas que honran tu nombre,
visito al joven que te dio los cuentos
que hiciste míos en nocturnos susurros
de tus siempre valientes labios de madre.
Y no llega la noche aquí en Copenhague,
solo un poco de frío de los árboles cae.
La tibieza estival barniza a estas tumbas
y a esta banca verde en la que me faltas.
Soy de tu nido, madre; sé que lo sabes.
Mi plumaje distinto es tuyo, ¡no dudes!
No me dejes afuera ni me des invierno,
si a las cerillitas de tus ilusiones quemo.
Mejor acepta de mi amor el derroche
al que inspiran tus ojos de entonces,
cuando en los rincones de altísimos techos,
abrías un libro y me dabas mil nombres,
¡Abre los ojos, madre!
Te lo pido junto a Andersen,
que nos dio esas tardes que en mi corazón aún arden.
Frente al río nuestro, cuando ya veías
lo que ves ahora y te pido recibas…