Edgar Torales
Veracruz, Ver.
Un apuesto joven, al que besó en los labios con dulzura, bajó con furia del
automóvil. Ella, acomodándose la blusa, no sabía que los estaban observando.
Él, dispuesto a mantener con vida su traición, cruzó la calle y entró a la librería.
El empleado no pudo decir palabra, lo miró acercarse a uno de los estantes
para tomar un libro. Lo hojeó. Y en una página aparecieron mis ojos leyendo su
realidad. Por un segundo nos miramos.
Cerré el libro, estaba asustado; salí de la librería sin decírselo a nadie −hasta
el día de hoy− y seguí mi camino hacia el trabajo.❧